En la primera parte de este relato, hablamos sobre los antecedentes y orígenes de Formex, y sobre el legado de conocimiento y servicio que su fundador, Pacho Vélez, transmitió a los clientes, a su familia y a cada una de las personas de la compañía.
Ese legado sigue vigente y, además, abrió de par en par las puertas a nuevas oportunidades y otros conocimientos.
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Continuando con la narración justo donde la dejamos, después de varias experiencias previas que marcaron un norte más claro y propiciaron muchos aprendizajes, Formex comenzó su historia en 1987. “Empezamos trabajando en un punto de venta a nombre de María Lillyan Castañeda, mi madre, que se llamaba Almacén Formex, con la idea de vender únicamente alambres esmaltados tipo formex, por eso el nombre”, cuenta Julio Vélez, hijo de Pacho y actual consultor gerencial de la compañía.
INTERTÍTULO: Complemento perfecto
Sin embargo, al inicio fue necesario remar a contracorriente porque, según cuenta Julio, al empezar con la empresa tenían un déficit económico importante. Sin embargo, la confianza en el proyecto era total y, con un préstamo de la Caja Agraria, consiguieron sortear ese impasse económico y se pusieron manos a la obra.
Después del primer año, vieron la necesidad de ampliar el portafolio de productos y comenzaron a vender refrigeración. “Importamos productos y el almacén empezó a crecer tanto que tuve que dejar mi otro empleo en ingeniería y enfocarme más en el almacén”, recuerda Julio.
Este es el punto de inflexión donde la mentalidad dentro de Formex comienza a transformarse. Por un lado, Pacho Vélez y su cercanía y conocimiento hacían la diferencia tras el mostrador. La ecuación la completaba Julio, quien venía con energía, deseos de innovación y un impulso irrefrenable de expansión. El complemento perfecto.
INTERTÍTULO: La impronta de Julio
“Siempre trabajamos con confianza y libertad”, asegura Julio sobre la relación laboral con Pacho. “La manera de ser de mi padre capturaba proveedores. La gente creía en él y siempre fue un embajador y, por otro lado, él admiraba lo arriesgado que yo era y cómo manejaba los bancos. Teníamos muy claro que entre mi esposa y yo manejábamos la parte administrativa y él estaba en el mostrador”.
Julio entendió, desde el principio, que para expandir el alcance del negocio había que tomar riesgos. “En los noventa me fui con mi hija, mi madre y 10 mil dólares a los Estados Unidos a buscar proveedores y abrir camino. Mi idea era cambiar el esquema para no comprar localmente, sino importar directamente y minimizar intermediación para ser más competitivos”.
Ese fue un viaje visionario, tuvo algo de colonización y resume muy bien el sello que Julio Vélez quiso imprimir a Formex de ahí en adelante. Una visión estructurada de hacia dónde debía ir el negocio mezclada con una sana y bien encaminada ambición.